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Santa Cruz de Mena y Llano de Mena

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Seguimos con nuestro breve periplo por la despoblación en el valle de Mena. Hoy hacemos parada Santa Cruz de Mena, muy cerca de Viérgol. La carretera sin embargo viene por Menamayor. Llegados al pueblo nos encontramos una vez más con esta triste sensación de los pueblos en el límite del abandono: varias casas en estado precario, escaso mantenimiento de los espacios públicos…



 
Cuenta el pueblo con una pequeña y sencilla ermita bastante cuidada, algo alejada del resto de edificios, en donde se desarrollan los escasos oficios religiosos. Iglesia no hay, pero la hubo.


Sus restos son difícilmente reconocibles, apenas una esquina, subiendo por un camino que avanza en dirección norte. Eso sí, las panorámicas excelentes una vez más. Este privilegiado emplazamiento tuvo una importante influencia en el destino que acabó sufriendo el templo.
 
 
Según la documentación medieval existía en este lugar un monasterio dedicado a San Julián. Funcionaba bajo el control directo del obispo de Burgos a finales del siglo XII. Sin duda aquí tenemos el origen de la iglesia románica que aquí se levantaba.

Emplazamiento de las ruinas de la iglesia
Debía ser lugar de cierta importancia, pues en el siglo XVI se constata la existencia junto al monasterio de una torre palacio. Poseía además San Julián numerosas propiedades dispersas por todo el valle. La existencia de un edificio acastillado puede deberse a que la propiedad fuese alquilada a alguna familia nobiliaria de la zona.

Con el tiempo, como en muchos otros lugares, el monasterio acabó derivando en parroquial. Posiblemente sobrevino este hecho con ocasión de los procesos desamortizadores. De hecho, ni siquiera sabemos si el monasterio se levantaba exactamente en este mismo lugar, pues lo que ahora vemos es lo poco que queda de un edificio construido en el siglo XVIII, que reaprovechó algunos elementos, no demasiados, de la primitiva fábrica románica.
 
Fotos en blanco y negro pertenecientes al archivo de la Diputación Provincial de Burgos.
El único testimonio gráfico que conservamos de la iglesia completa proviene de las fotos que acompañaban a un artículo publicado en 1933 por Luciano Huidobro en el Boletín de la Institución Fernán González. Vemos en las imágenes cómo los restos románicos se concentran en algunos relieves y columnas (situados curiosamente en la torre del templo) y, especialmente, en un tímpano colocado también en la puerta que daba acceso al campanario.
 
Obsérvese la original colocación de los capiteles y columnas en el campanario
Destacaban estos relieves, por lo poco que puede apreciarse, por una temática bastante original y en algunos casos de buena calidad. Llama la atención el de un jinete que sujeta las riendas de su caballo. El tímpano, por su parte, representa una enigmática escena que enfrenta a un león con un caballo ensillado, cuyo jinete aparece a los pies del felino. Lo poco que conocemos nos hace preguntarnos sobre cómo podría ser esa iglesia y monasterio primitivos.



Los edificios religiosos del valle de Mena sufrieron especialmente durante la Guerra Civil. Buena parte de los bienes muebles, retablos, puertas, documentos, fueron destruidos durante la permanencia en la zona de las tropas republicanas. El caso de la iglesia de Santa Cruz fue peor. Según parece su privilegiada ubicación hizo que junto al edificio se ubicasen junto al templo unas baterías; y que el mismo se utilizase como polvorín. El resultado acabó siendo el más lógico.

 
Las ruinas de la iglesia quedaron desparramadas por el lugar e inicialmente ignoradas. Poco a poco las piedras acabarían siendo recolectadas por los lugareños y con el tiempo cayeron en la cuenta del valor de las piedras talladas. Vecinos y cura van vendiendo los capiteles a tratantes sin demasiados escrúpulos, hasta que ya sólo queda el tímpano, usado como asiento a la vera del camino.
 
Alcanzamos el año 1975 cuando comienza el desenlace que esta historia. Un santanderino convence al cura para la venta del tímpano (cántabro es también el cura; no olvidemos que el valle de Mena pertenece a la diócesis de Santander) y se lo lleva para la ciudad costera. Poco más de sesenta mil pesetas tienen la culpa (que por supuesto no acaban en las arcas de la parroquia).
 
Del mal el menos. Con el tiempo el tímpano llega a las manos del coleccionista Eugenio Fontaneda, conocido empresario castellano aficionado a la recolección de piezas de valor histórico y artístico. Hoy podemos ver el tímpano en la exposición creada por el mecenas en el castillo palentino de Ampudia, restaurado también bajo su patrocinio. Del resto de piezas románicas, nada se sabe.

 
Curiosamente, siguiendo el camino que nos lleva a la iglesia, a menos de un kilómetro, encontramos los restos de otro antiguo pueblo. Se trata de Llano de Mena. No hace falta pensar mucho sobre las razones de tal nombre. Una ondulada altiplanicie (tan escasa en el valle) rodea al antiguo lugar. Este paisaje nos viene a recordar que hasta hace no mucho tiempo la mayoría del territorio de Mena se dedicaba al cultivo del cereal.
 

Según Elías Rubio, Llano de Mena se despobló hacia 1950. Hoy apenas encontramos algunos edificios aislados; mantenidos por su utilización como servicio para la finca que ocupa el territorio. Uno de ellos es una antigua ermita, aunque ya no es reconocible como tal.



Castro Grande y la Complacera, que todo lo vigilan
 

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