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Pancorbo

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Aunque para disfrutar de los principales atractivos del lugar de Pancorbo hemos de subirnos a lo alto de su sempiterno y conocido desfiladero, dejaremos esta exploración para mejor ocasión limitándonos por ahora a una breve visita a su entorno urbano.
 
Paso casi obligado desde tiempos inmemoriales para la comunicación con el resto de Europa, las sucesivas culturas han ido dejando muestras de su estancia en este lugar.
 
 
En todo caso los primeros rastros visibles aparecen en las imposibles paredes que aún pueden contemplarse unas decenas de metros por encima del pueblo, y se corresponden con los restos del castillo de origen musulmán de Santa Marta. Hasta las mismas se puede llegar siguiendo un delicado sendero que por el momento declinamos tomar. Al respecto es preciso indicar que este emplazamiento fue parte de la línea defensiva de la primitiva Castilla ante el empuje de Al-Andalus.

 
 
Del urbanismo actual de Pancorbo destaca el apelotonamiento obligado por la estrechez del desfiladero, en el que además hay que hacer hueco para el paso de las diferentes carreteras, del río Oroncillo y de la vía del tren. El propio caso urbano del pueblo se ha organizado mediante la configuración de pueblo-camino, siguiendo su alargada calle Mayor.
 
 
 
Además de varios edificios que conservan el sabor popular, sobresalen los edificios de sus iglesias, la de Santiago y la de San Nicolás. En el edificio de la antigua cárcel se ubica un centro de interpretación y recepción en el que podremos informarnos de los valores naturales y patrimoniales del municipio.
 


Más desconocidos son estos curiosos lavaderos y fuente pública, conocida como fuente de los Carneros por los adornos de sus esquinas. Datan de finales del siglo XVIII y, aunque en esta foto de 2012 lucen en estado precario, han sido restaurados a mediados de 2014.
 

 
En internet podemos encontrar una foto de 1922 en la que se pueden observar a las mujeres trabajando afanosamente en este lugar.
 
 
Internándonos en el desfiladero, más bien al final del mismo, se localiza la ermita de la Virgen del Camino, a la que desde siempre se encomendaban los viajeros que atravesaban este delicado paso. Aún hoy hay un letrero que nos exhorta a rezar una oración y a depositar nuestra limosna por una ranura destinada a tal efecto. Lo más llamativo de la misma es la ubicación de la campana sobre una elevada roca.
 


 
Casi enfrente de la ermita de la Virgen del Camino, al otro lado del río Oroncillo, se encuentra la ermita del Santo Cristo de Barrio. De gran devoción entre los pancorbinos, que celebran su festividad en torno al 11 de julio, tiene una planta de traza prerrománica, aunque en la actualidad se mezclan en su construcción diferentes estilos. En todo caso lo que más llama la atención en la presencia en los muros de inscripciones y estelas de época romana.
 

Parece buena idea aprovechar este artículo para mencionar algunos datos curiosos que nos menciona Julián Albaina en su libro “Pancorbo, vigía y guardián de Castilla”. El primero hace referencia a una leyenda precisamente relacionada con las dos ermitas que acabamos de citar:
 
 
Existía en tiempos un mendigo que habitaba en la ermita del Cristo de Barrio. El mendigo, una vez que pasaba por tiempos relativamente prósperos, llegó a un “peculiar” acuerdo con la Virgen; de modo que cuando le sobrasen unas monedas las depositaría en la ermita, y cuando le faltasen las tomaría, valiéndose de un palo cuyo extremo untaba con brea e introducía por la ranura de las limosnas.
 
Un día crudo de invierno fue hallado muerto no lejos de la ermita. En uno de sus bolsillos se encontró un cuadernillo con el título de “cuentas de la virgen” en el que se leían varias partidas: “me debe la Virgen…Le debo a la Virgen”…y al final, hecho el balance y cerrado con letras más grandes se leía “en paz con la Virgen”.
 
 
Una nueva leyenda habla de una cuerda de presos que pasó por el lugar en la que iba un inocente, que se encomendó a la Virgen para que si se probaba su inocencia donaría una figura de un Cristo. Esta figura, de cierto mérito, puede hoy observarse en la ermita del Santo Cristo, que desde entonces habría recibido tal advocación.
 
Siguiendo con las curiosidades que podemos leer en el libro; el topónimo parece derivar de “Ponte Corvum”, relacionado con un puente de arco que existía en el pueblo desde la antigüedad. Pero quiere la leyenda una vez más meter mano, relacionando el nombre nada menos que con el periodo de la invasión agarena. Según la misma, acosado el ejército visigodo hasta el norte peninsular, un pequeño grupo de cristianos se refugia en una oquedad de este desfiladero, diezmando las tropas que intentan desalojarlos, y… se produce el milagro; pues un cuervo les llevaba pan para su sustento diario. De ahí “panis corvis” o Pancorbo.
 

 
En este libro se hace mención a la importante aljama judía que tuvo Pancorbo en la Edad Media. A finales del siglo XIII era la tercera mayor de la provincia, por detrás de la de Burgos y muy similar a la de Briviesca. Pero no la ubica dentro del casco urbano, sino en un núcleo independiente que se llegó a llamar Villanueva de los Judíos.
 
 
Este núcleo judío también arrastró su tenebrosa leyenda negra. Según parece, se destacó entre otras cosas por la existencia de una “escuela de bufones”. Se alimentaba esta escuela gracias a la actividad de los “robachicos”, antecesores del más cercano “hombre del saco” o “sacamantecas”. Estos niños secuestrados, además de un adiestramiento especial, sufrían de la creación artificial de deformidades, jorobas o enanismo, cosa que se provocaba metiendo a los niños en tinajas especiales desde la infancia. La verdad, una historia más que inquietante.



Lógicamente, la existencia de un importante barrio judío se debía a la estratégica ubicación de Pancorbo para el desarrollo del comercio. De hecho durante un tiempo el mercado del lugar fue lo suficientemente poderoso como para obligar a todos los arrieros de paso a vender sus productos en la feria local. Pancorbo también tuvo un privilegio real e importantes fueros concedidos ya en 1145. Los derechos de portazgo se remontan al menos a 1195. Además de ello formó parte de un importante ramal del camino de Santiago, hoy recuperado y en proceso de consolidación.

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