Pradoluengo es una localidad de tamaño relativamente grande que tiene como principal seña de identidad su antigua actividad productiva asociada al sector textil. Ello le convirtió durante siglos en una “rara avis” de desarrollo industrial dentro de la provincia de Burgos, condicionando de manera definitiva su devenir histórico.
Como en otras localidades de la zona, en la Edad Media se produjo un gran desarrollo de la actividad lanar, que tenían como base la importante cabaña ganadera. Sin embargo, en Pradoluengo se daban cita otras dos circunstancias: un aporte relativamente estable de agua que podía alimentar maquinaria basada en su fuerza, la leña necesaria en otras parte del proceso, y la existencia de tierra de “greda”, un ingrediente fundamental para el tratamiento de la lana.
Estos factores facilitaron el que en un determinado momento se pusiera en marcha un proceso productivo fundamentalmente artesanal para la elaboración de productos derivados de la lana. Ya desde finales del siglo XVI la villa tiene un nombre como elaboradora de paños y bayetas; productos ambos usados por las capas más humildes de la sociedad para la elaboración de su propia vestimenta y otro menaje del hogar.
Desde entonces el pueblo se vuelca totalmente hacia la producción textil, ocupándose en la misma, de manera directa o indirecta, prácticamente la totalidad del pueblo. Sirva como dato fundamental el hecho de que, al contrario de la mayoría de las localidades serranas, Pradoluengo se extiende en la zona más baja del valle, dejando en su momento la ladera más soleada libre para el secado de las manufacturas textiles. Por otro lado, los montes son protegidos para asegurar el aporte hidráulico.
Los datos existentes de todo este periodo nos muestran que Pradoluengo vive un relativo esplendor en comparación con la mayoría de las localidades cercanas, pero basándose casi siempre en una actividad bastante precaria y exigente, con bajos márgenes de beneficio y basada en mano de obra barata. Las pésimas comunicaciones supondrían en todo momento uno de los principales obstáculos.
Los procesos productivos se van perfeccionando y ya en el siglo XIX se puede hablar de una auténtica actividad industrial. La propiedad se empieza a concentrar, de modo que muchos obradores autónomos desaparecen y sus trabadores se integran como trabajadores de empresas algo más grandes. Se cuenta con varios lavaderos de lana, batanes y talleres de tinta e hilado.
Además se empiezan a generar productos algo más elaborados como son las mantas, fajas y calcetines. La producción creció tanto que los industriales locales compran concesiones para la instalación de batanes en las corrientes de los ríos Tirón en Fresneda de la Sierra y Urbión en Santa Cruz. Poco a poco va apareciendo la primera maquinaria y se van integrando los procesos productivos.
Fruto de esta prosperidad, empiezan a aparecer en el pueblo pequeñas fortunas amasadas por los propietarios de las fábricas y por los descendientes que emigraron con éxito a América. De hecho, la huella más visible hoy en día de la historia textil de Pradoluengo la constituye la existencia de una calle, conocida popularmente como “la acera de los ricos” en donde se encuentran las antiguas casas de estos industriales, algunas de claro sabor indiano. La mayoría de las fotos que aparecen en este artículo corresponden a las mismas. El indiano más exitoso de Pradoluengo fue Bruno Zaldo, que fue uno de los fundadores del Banco Hispano-Americano.
A mediados del siglo XIX la localidad roza los 3000 habitantes, el pico máximo de su historia. En esta época se erige la nueva iglesia y el nuevo Ayuntamiento. El consistorio incluso contribuye de forma considerable en la construcción de la carretera directa hacia Burgos.
La importancia de la actividad textil fue poco a poco decayendo ya desde finales del siglo XIX y principios del XX; debido a la fuerte competencia de otros centros nacionales con mayor poder inversor y con más capacidad para adaptarse a las nuevas necesidades de la población. No obstante los productores locales supieron especializarse en la industria del calcetín y las boinas, consiguiendo con ello prolongar su actividad. Durante la Guerra Civil la producción queda en manos del Ejército Nacional, aumentando la misma considerablemente durante este periodo.
Esta época pasa rápido y la posguerra hace mella en el lugar, aunque la emigración no es tan fuerte precisamente por la existencia de la pequeña industria textil.A partir de los años 60 se empiezan a construir varias naves para dar a la industria una factura más moderna En los años 80 se crea el polígono industrial adonde se traslada la mayor parte de la actividad productiva.
A día de hoy aún persisten varias empresas, especializadas sobre todo en diversas modalidades de calcetín. Además, este devenir histórico ha dejado en Pradoluengo un espíritu emprendedor que para sí quisieran otros lugares de la provincia. Fruto, en parte, de ello ha sido la puesta en marcha de algunas iniciativas empresariales de éxito, como son la empresa Bacigalupe Hermanos, dedicada a la impresión de etiquetas, y Naturae, que comercializa producto naturales.
Durante los últimos años se ha especulado con la creación de alguna infraestructura a modo de museo o Centro de Interpretación de la historia textil. El caso es que a día de hoy los únicos rastros visibles son algunos paneles explicativos y algunos restos de los antiguos ingenuos hidráulicos en la zona de San Antonio, aguas arriba del pueblo. Por otro lado, desde hace unos años se viene celebrando una Feria Indiana en el mes de julio.
Pradoluengo también cuenta con un privilegiado entorno natural que se puede conocer a través de varias rutas señalizadas. La más conocida transita en torno al “Nacedero” del río, cuyas hayas fueron protegidas, como hemos mencionado, precisamente como apoyo a la industrial textil.
Para saber más sobre el patrimonio industrial e indiano de Pradoluengo puedes consultar su página web.