Quantcast
Channel: Tierras de Burgos
Viewing all articles
Browse latest Browse all 544

El Conjunto Eremítico de Tartalés de Cilla

$
0
0
Junto a la carretera nacional que conduce a Trespaderne se encuentra el conjunto eremítico conocido  como las Cuevas de los Portugueses.

El lugar sorprende por el bello entorno en el que se encuentra (a ambos lados de un cantarín arroyo que baja de la montaña) y por el gran número de oquedades existentes, hecho muy poco habitual.





Los indicios apuntan a una cronología de utilización entre los siglos VIII y X. Hay que recordar que es en ésta época cuando se extiende por la zona el fenómeno de eremitismo medieval, raíz de los parte de los movimientos monásticos posteriores, de modo que el arroyo central actuase como el moderno claustro o lugar de meditación.



Se especula con la posibilidad de que este centro actuase también como lugar de atención para los viajantes que se aventuraban a cruzar el desfiladero, que durante mucho tiempo fue sin duda un lugar inhóspito. ¿Podría ser que este lugar naciese como secesión o evolución de la basílica de Santa maría de Mijangos o Santa maría de los Reyes Godos? No es imposible.




Si no se ha podido conocer mucho más de este cenobio eremítico es probablemente como consecuencia de la intensa transformación que sufrió este lugar a principios del siglo XX, como consecuencia de su utilización como habitáculo temporal para los trabajadores que elaboraron el canal de Iberduero (obra ingenieril más destacada de lo que parece), la carretera y el ferrocarril, parte de ellos portugueses (de ahí su nombre); que aprovecharon también la fuerza del agua para construir una pequeña serrería.



Guarda sin duda relación con este conjunto eremítico la conocida como cueva de San Pedro, que se ubica a poco más de un kilómetro de estos asentamientos, en la canal en la que se encuentra Tartalés de Cilla y que divide en dos a la sierra de la Tesla.



Para llegar hemos de alcanzar este pueblo (la carretera nace justo al lado de las Cuevas de los Portugueses) y atravesarlo tomando el camino que continúa hacia su pueblo hermano Tartalés de los Montes para, en apenas unos 100 metros, coger el empinado sendero que asciende hacia la derecha y que en unos minutos nos deja a la altura del eremitorio.



Esta iglesia rupestre recuerda mucho a su homónima de Argés, y constituye una buena atalaya para contemplar el desfiladero de la Horadada. A su entrada hay dos tumbas altomedievales excavadas en la roca.



Este templo rupestre tiene una nave rectangular con orientación Este-Oeste, con el techo excavado formando una bóveda de medio punto. La cabecera absidiada se abre en el muro oriental, mientras que a los pies existe un pequeño contraábside elevado respecto a la nave. Ambos ábsides presentan planta de herradura y bóveda de horno. Esta planta rectangular con doble ábside es muy típica de este tipo de construcciones. También merecen destacarse los huecos de las antiguar hornacinas y en especial aquel preparado para depositar el altar o ara, que con seguridad fue trasladado o sustraído hace mucho tiempo.

La disposición de tumbas en el exterior y no en el interior del templo nos habla de la antiguedad del lugar, y del hecho de que no fue reocupado (las reocupaciones de los siglo IX o X solían implicar la invasión del fondo de la nave con nuevos enterramientos).

En todo caso, como es habitual en este tipo de construcciones, la fragilidad de los materiales, los muchos años transcurridos, su uso como residencia temporal o lugar de refugio... han deformado considerablemente lo que hoy podemos encontrarnos. Por ejemplo, es evidente que la entrada sufrió un desplome y que originalmente pudiera tener un acceso con forma de arco de herradura.


Hay quien dice que en esta cueva-iglesia habitó san Fermín, y que sus reliquias fueron conservadas en primer lugar en estas sepulturas, y luego en la en la ermita de su advocación que se mantuvo en pié, en el centro del pueblo, hasta hace unos 50 años. Al parecer aún quedan algunos rastros de esta iglesia y durante las excavaciones apareció un sarcófago del siglo X con restos humanos y con una inscripción que hace alusión al santo o más bien ermitaño.

Existe una leyenda, tal vez más sugerente, según la cual quienes permanecieron en la cueva fueron dos antiguos reyes moros (él y ella) que vivieron como eremitas una vez ocupado el territorio por los cristianos, y que pidieron ser enterrados precisamente en estas oquedades. Cuenta el Padre Ibero, un peculiar sacerdote con aficiones arqueológicas que vivió en Oña en los años 20, que encontró restos de huesos en este punto, pero se carecen de más datos.

El propio nombre del pueblo cilla=celda, ya evoca aquellos ancestrales tiempos.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 544

Trending Articles