Quintanajuar fue uno de esos “pueblos-granja” de los cuales ya hemos visto algunos ejemplos en nuestros artículos sobre despoblación. Y es que eran candidatos a desaparecer como aldeas en el momento en el que el propietario de las tierras decidiese que quería venderlas o simplemente cambiar los modos de producción. A este factor podría unirse el hecho de que las personas no tienen el mismo apego hacia el lugar en el que viven si no son propietarios.
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Vista de lo que queda de Quintanajuar |
Aunque nos gustaría tener más información, al menos de Quintanajuar tenemos más datos que en otras ocasiones. Lo encontramos en la documentación ya en 1139 como “Quintana Sueri”; cuando el rey Alfonso VII realiza la donación del lugar a un monje llamado Cristóbal para hacerse cargo del monasterio y lugar que allí existía. Se matiza no obstante que el monasterio había estado abandonado durante un tiempo. No sabemos más, pero resulta sugestivo elucubrar sobre la posibilidad de que el anterior monasterio fuera un centro eremítico.
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Interior y exterior de la iglesia |
Pronto el nuevo monasterio se acoge a la regla del Cister y recibe donaciones de las tierras circundantes (incluso para a su propiedad el pueblo de Cernégula; así como otras de otras propiedades más alejadas. Sin embargo, muy pronto recibe presiones para trasladarse a los montes de Oca, para consolidar la posición castellana en esta zona fronteriza con el reino de Navarra. Estimulados por nuevas donaciones, los monjes acaban cediendo en el año 1184. No sería este el último traslado: tan sólo 20 años más tarde encontrarían su destino definitivo en el Monasterio de Santa María de Rioseco, en el valle de Manzanedo, lugar de relativa actualidad en los últimos años.
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Imagen superior e inferior: dos tomas del palomar |
A partir de los traslados, el lugar y coto de Quintanajuar sigue en manos de los monjes de Rioseco en forma de granja-priorato; que lo cuidan pues probablemente fuese la más importante de sus propiedades. Los habitantes de la aldea serían siempre renteros de unas fincas que nunca les pertenecerían.
No tenemos mucha más información hasta la época de la desamortización, momento a partir del cual el pueblo y coto de Quintanajuar pasa por diversas manos; exceptuando el propio edificio de la iglesia, que seguía estando sacralizado y atendido por un sacerdote. El Conde de Encinas, uno de sus propietarios, mandó construir un curioso palomar cuyos restos aún son visibles.
La posguerra nos habla de un triste suceso en el que nueve de los trece vecinos que entonces tenía el pueblo fueron denunciados por el patrón por su pertenencia a UGT, permaneciendo en la cárcel unos meses. Este hecho es muestra de que ya en ese momento los propietarios estaban presionando para obligar a los renteros a abandonar el pueblo. Este hecho se produjo definitivamente a principios de los años 60.
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Imagen de la iglesia a principios de los años setenta. Nos queda la incógnita de cómo sería el edificio anexo a la iglesia. |
Un misterioso incendio producido en 1978 afectó seriamente a la mayor parte de las casas; hecho muy conveniente para que el entonces propietario arrasara con todo los edificios salvo la iglesia y el citado palomar. Esto es lo que vemos hoy en día. La iglesia mantiene su estructura pero el tejado podría colapsar en cualquier momento.
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Imagen histórica durante la fiesta del Rosario; titular del templo. |
El único signo de lo que fueron sus antiguas casas es una zona sin cultivar. En fotos antiguas observamos que la aldea se componía de una única calle. Adosado a la iglesia, y con comunicación directa, se observaba un edificio que probablemente fuese en su momento lugar de residencia de los canónigos y punto de recogida de las rentas de los trabajadores (algo similar al edificio que encontramos junto a la iglesia de San pedro de Tejada). En todo caso en fotos aéreas antiguas parece vislumbrarse un claustro interior.
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Fotografía aérea de finales de los años 70. La iglesia en el cuadrado azul. Además de la extensión original del pueblo destaca el edificio anexo a la iglesia ¿pudo existir un claustro? |
En una de las esquinas de la zona sin cultivar encontramos un moral de tamaño medio, que mediado el mes de agosto se muestra cargado de sus deliciosos y chorreantes frutos (este ejemplar es citado en el libro “Árboles singulares de la provincia de Burgos”). A unos pasos de lo que fue el pueblo hay una pequeña charca que según parece tiene agua la mayor parte del año. Un remanso de paz para una fauna que, dado el carácter de finca privada de la zona, se encuentra aquí más relajada que en otras zonas circundantes. En todo caso, esta charca fue creada con posterioridad al despoblamiento de la aldea.
Lo que queda de Quintanajuar se encuentra integrado en la granja de la Cabañuela. Hay que indicar no obstante que hoy en día la propiedad se encuentra dividida en dos partes: una de ellas es la que acoge la ganadería Bañuelos de toros de lidia, siendo la otra, la situada algo más hacia el este, la que nos interesa en esta ocasión. Aunque el camino es de libre acceso se recomienda avisar en la granja antes de continuar hacia nuestro destino.