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Árboles singulares: la encina de Quintanilla Escalada

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En mi visita, hace un tiempo, al espectacular enclave donde se encuentra el Haya Canticio, pude apreciar en la lejanía, en el páramo que se extiende hacia Sargentes de la Lora, lo que parecía una gran encina que se elevaba sobre el mar de carrascas circundantes.
 
 
 
Tirando del hilo pude saber que este ejemplar se conoce con el sencillo nombre de Encina de Quintanilla o "La Carraspa" (por deformación de "carrasca"). Preguntando por la razón de la existencia de este ejemplar parece ser que en el pasado había más ejemplares de este tipo en toda esta zona de páramos, y que servían como referencia al caminante (este ejemplar se encuentra bastante cerca del límite con Sargentes de la Lora). Hay que tener en cuenta que su aspecto debía ser más imponente hace unas décadas, antes de que las encinas empezasen a recuperar el terreno ocupado por cultivos y pastos. En el pueblo de Quintanilla-Escalada hay un bar llamado "La Encina", probablemente en referencia a este espécimen.
 
La encina se encuentra alejada de los núcleos de población, pero hay un acceso bastante interesante que os describiré en mi próximo artículo. Una vez junto al precioso ejemplar comprobamos que está compuesto de dos troncos principales, cada uno de unos tres metros de perímetro, y que alcanzan unos doce metros de altura. Son unas cifras difícilmente alcanzables por otras encinas de la zona.
 

 

 
Como a unos doscientos metros hacia el oeste de la encina se encuentra una curiosa construcción. Se trata de un cortavientos o "tres vientos", llamado así porque permitía guarecerse de vientos que provinieran de hasta tres direcciones diferentes. En esta primera imagen puede apreciarse la encina por detrás del cortavientos.

 
Obsérvense las diferentes orientaciones que permiten resguardarse sea cual sea la dirección del viento; y la excelente colocación de las lanchas de piedra para formar un alero protector que resista el paso del tiempo, sin ningún tipo de argamasa o sujeción.

 
Según cuentan en Quintanilla, estas construcciones (pude localizar cinco en mi periplo por la zona, pero probablemente haya más) fueron realizadas hace más de medio siglo por un antiguo pastor llamado Antonio Oruño, para protegerse de las inclemencias del duro clima de los páramos cuando cuidaba de los rebaños existentes en el pueblo.
 
Este pastor tenía la particularidad de ser manco de un brazo, lo cual le da aún más valor a estas construcciones en las que se puede apreciar, además de la habilidad implícita en su erección, la existencia de algunos bloques de gran tamaño que Antonio debía buscar, arrastrar y levantar.
 
La mayoría se conservan en pie, y las que se han caído lo han hecho porque la gente se subía encima o quitaba piedras para ver si se sostenían. Hoy en día siguen protegiendo a los cazadores y a los escasos caminantes que transitan por estos inhóspitos páramos. Sin duda estamos ante un ejemplo más de nuestro humilde, desconocido y maravilloso patrimonio rural.

 A continuación algunas fotos más de otros ejemplares.



 
En esta última foto una especie de caseto o chozo, menos original pero no por ello menos interesante y valioso.



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