Sin duda, uno de los casos más representativos de antiguos monasterios burgaleses es el del Monasterio de Santa María de Rioseco. En un lugar oculto del ya de por si escondido Valle de Manzanedo, se conserva la mole del monasterio.
Camino de acceso. En las fotos se observa en contraste entre el estado antes de empezar los proyectos de limpieza (año 2009) y después de varios años de trabajos (año 2014) |
Los monjes bernardos ocuparon a principios del siglo XII, una pequeña explanada a la izquierda, de la carretera que asciende hasta San Martín del Rojo, al norte de donde se encuentran las ruinas del Monasterio. En este lugar todavía podemos ver parte de los muros hasta donde llegaba el recinto cerrado del Monasterio de Rioseco. Allí permanecerían, hasta que en el año 1221, la comunidad compró a los Velasco un extenso solar donde ubicaron el nuevo Monasterio.
En el siglo XIV, Rioseco formaría uno de los más potentes patrimonios económicos de los cistercienses castellanos. Seguirían años de penuria y crisis a mediados del s. XV y años de crecimiento como en el s. XVII. Desde 1808 a 1809 los invasores franceses embargaron buena parte de los granos almacenados y desde este ultimo año hasta el 29 de Junio de 1814 los monjes tuvieron que exclaustrarse. Aunque volvieron a él, no duraron mucho ya que, el 29 de octubre de 1820, los comisarios del gobierno revolucionario tomaron posesión de este monasterio. En publica subasta celebrada en Villarcayo, serían vendidos buena parte de sus bienes.
El monasterio quedó sin vender. Abandonado, fue en parte aprovechado por la gente del lugar como almacén, parroquia y cementerio. En 1855, a falta de licitantes, Francisco Arquiaga, comisario provincial de la subasta, cargó con aquella belleza inútil y desolada. Arquiaga desde el principio cedió el templo para el culto magnificamente equipado: retablos, cuadros, órgano, pila bautismal, etc... hasta que su nieta Margarita Arquiaga lo cedió a la archidiócesis y comenzó su expolio, saqueo y degradación. Sirva el dato de que algunas de las estatuas de santos de la orden que coronaban una de las paredes sirvieron hace años de relleno de la cercana presa del Ebro.
Su claustro es de estilo herreriano y conserva una preciosa escalera de caracol. Aún se mantienen los muros de la iglesia en pie, y las bóvedas conservan restos de su brillante policromía. Es famoso su Cartulario, hoy en el Archivo Histórico Nacional.
Aunque pueda parecer lo contrario, hasta hace poco gran parte del edificio se encontraba en estado relativamente bueno, especialmente la iglesia (en los años 60 se celebró la última boda). Lamentablemente en los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI el deterioro y la rapiña avanzaron a pasos agigantados, lo que no quita para que el lugar siga impresionado a cualquier visitante mínimamente sensible.
Afortunadamente, desde aproximadamente el año 2009 se puso en marcha un movimiento de apoyo al monasterio; formado por vecinos y colectivos de la zona y liderado por el párroco de la zona, Juan Miguel Gutiérrez.
Al principio fue reivindicativo ante las instituciones, pero ante la desidia e inoperancia de las mismas se pusieron manos a la obra y ya desde el año 2010 han organizado actos de intervención directa, concretados fundamentalmente en la semana del voluntariado que tiene lugar todos los años en la primera semana de agosto. Complementariamente se realizan otras acciones: edición y venta de libros, venta de camisetas, conciertos...
Durante los meses de verano se organizan visitas guiadas a este singular emplazamiento. Puedes informarte sobre las mismas y sobre el resto de actos de la asociación en la web www.monasterioderioseco.com