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Sendero GR85 etapa 8: Tudanca - Soncillo

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La octava etapa del GR85 vuelve a superar los 20 kilómetros y puede considerarse la más variada desde el punto de vista paisajístico. Empezamos por agreste paso de los Tornos, accedemos al angosto desfiladero de las Palancas, pasamos por el singular enclave de las cuevas del Piscarciano y terminamos en las praderías del valle de Valdebezana.

Dificultad: Media. Hay varios ascensos que implican acumular varios esfuerzos. El entorno del paso de las Palancas implica alguna dificultad.
Orientación (sin GPS con track o cartografía): Relativamente fácil en general, aunque hay que estar atentos a la señalización en algunos puntos clave.
Belleza: Alta
Tiempo y distancia: 6 horas (21,5 kilómetros). (no se tiene en cuenta el tiempo y distancia implicado en la búsqueda de las bocas de las cuevas de Piscarciano, aunque podemos calcular 15 minutos/500 metros adicionales).
 
 



Elementos de interés

Paso de los Tornos. Pueblo de Cidad de Ebro. Iglesia y pueblo de San Miguel de Cornezuelo. Desfiladero de las Palancas. Munilla. "Camino del Cura". Cuevas del Piscarciano. Praderas cercanas a Soncillo. Tramos de bosque autóctono.

Descripción de la etapa

Prácticamente incomunicado con el resto del mundo durante muchos años, el pueblo de Tudanca conserva parte del sabor rústico que se denota en sus casas y calles. Aunque esta esencia se ha ido difuminando gracias a un afortunado desarrollo de los servicios, sigue mereciendo la pena dedicar unos minutos a vagar por la aldea. Como parte del escenario, al borde del pueblo discurre el río rodeado de impresionantes peñas calizas.

Para empezar a caminar tomaremos como referencia la calle que separa las casas de la pradera natural que se encuentra al borde del río. Identificaremos con facilidad las señales de color blanco y rojo; no en vano hasta Cidad vuelve a coincidir (por última vez) el sendero de largo recorrido GR-85 con el GR-99 del Ebro.

Seguimos las señales por un sendero paralelo al río aunque un poco separado del mismo (por momentos aparecen algunas veredas laterales que ignoraremos). La vegetación está dominada por la encina. Pasado un kilómetro empezamos a alejarnos algo del río y llegamos a lo más marcado del desfiladero. El sendero se ve obligado a trazar una serie de zig-zags para salvar un fuerte desnivel que son los que dan nombre al desfiladero de Los Tornos. Conviene reflexionar sobre el hecho de que durante siglos este camino fue la salida natural de los habitantes del valle de Zamanzas hacia Manzanedo y Villarcayo.

Terminado este tramo tenemos unas buenas vistas del lado sur del desfiladero. A partir de este punto nos separamos del río pues no es posible continuar junto al mismo. Afrontamos un marcado descenso hasta llegar a una bifurcación. El camino de la derecha sigue el GR85 y se aleja algo del río, el de la izquierda va más cercano al curso de agua y pasa junto a la caudalosa surgencia de Fuentehonda. Ambos vuelven a unirse unos centenares de metros más adelante.

Entre la vegetación y sin mayores novedades cubrimos el espacio que nos separa de Cidad de Ebro. Esta localidad, perteneciente ya al valle de Manzanedo, tiene una tipología bastante diferente de la de Tudanca, con casas separadas y algunas luciendo el balcón montañés. En su ermita se puede rastreas algunos restos de origen mozárabe.

Recorremos el pueblo por su calle principal que conduce al Ebro. Junto al mismo hay una zona acondicionada para el baño. Nada más pasar el original puente sobre el río, a base de pontones, que da servicio al pueblo de Cidad de Ebro tomamos la carreterita que conduce hacia Vallejo, hacia la izquierda, pero casi inmediatamente salimos de la misma por un camino que surge a la derecha.

Pronto el camino se convierte en una senda que discurre atravesando una pradera y acercándose a una loma. Llegados a la misma, la senda demuestra ser una antigua vereda parcialmente empedrada (el antiguo camino que comunicó Cidad con San Miguel, hasta la construcción de la actual pista). El ascenso se realiza con relativa comodidad y siguiendo la señalización llegamos a una pista cementada junto al pueblo de San Miguel de Cornezuelo.

Merece la pena desviarse hacia la izquierda para echar un vistazo a las preciosas casas montañesas que existen en este pequeño pueblo. En todo caso el recorrido sigue hacia la derecha y enseguida nos encontramos con la iglesia románica de San Miguel de Cornezuelo, restaurada poco antes de escribir estas líneas. Su valor y originalidad le han merecido tener un artículo independiente en este blog.

Al dejar atrás la iglesia seguimos la pista que va hacia la izquierda y que desemboca en una carretera a la que acompañamos en su descenso. Hemos de caminar por la misma unos centenares de metros, minutos que aprovechamos para apreciar parte de los relieves del Valle de Manzanedo. Hacia la izquierda surge un sendero que hemos de seguir, ya entre arbolado, y pronto vemos encaramado de una loma el pueblo de Consortes.

El sendero termina precisamente en la pista de acceso al pueblo. Ascendemos por la misma unos 100 metros, pero poco antes de llegar al pueblo salimos por un camino por el lateral derecho. El camino nos encamina a una zona de prados, cabañas y muretes de piedra, pero pronto se interna en un bosque de robles.

Siguiendo en todo momento el camino más marcado y las señales, descendemos suavemente mientras vamos entrando en el vallejo formado por el río Trifón. Aunque se trata de un valle secundario del de Manzanedo, administrativamente pertenece ya al valle de Valdebezana.

No tardamos en llegar junto a un vallado junto al que continúa el sendero. Se asciende un poco y distinguimos ya entre el arbolado el pueblo de Lándraves. Bajamos hacia el mismo y llegamos a una portilla ganadera que hay que atravesar. Enseguida encontramos el Arroyo de La Serna, que hay que vadear, justo en el punto en el que tributa sus aguas al río Trifón.

Este arroyo, como pronto veremos, forma el desfiladero de las Palancasapenar unos centenares de metros río arriba. No obstante tenemos la opción de acercarnos antes al bonito pueblo de Lándravespara descubrir su arquitectura popular basada en la solana montañesa, incluyendo una bella fuente y lavadero, además de un original reloj de sol.

En todo caso el sendero sigue en dirección contraria al pueblo, por una vereda que se introduce entre la vegetación e ignorando un camino de mayor entidad.  Esta senda discurre paralela al arroyo, y el continuo tránsito hace que esté bien marcada. Al cabo de unos minutos llegamos a una zona más abierta en la que se ven las formaciones rocosas de la sierra de Munilla. Nos vamos aproximando a ellas hasta llegar a la primera dorsal que superamos con facilidad.

A partir de aquí observamos el agua cayendo de piedra en piedra a nuestros pies mientras avanzamos hacia una segunda dorsal rocosa. En breve alcanzamos el punto más emblemático de este minúsculo desfiladero: un tramo de aproximadamente cincuenta metros en el que las paredes rocosas se sitúan apenas a tres metros una de otra, formando un canal en el que apenas cabe el río. Para salvarlo hemos de andar con cuidado de piedra en piedra.

Con un poco de atención observaremos unas oquedades en las rocas. En las mismas se sujetaban las “palancas” que sustentaban una antigua pasarela las cuales, aunque desaparecidas, acabaron dando nombre a este paraje.

Pasado este tramo el desfiladero termina. Llegamos a un valioso bosquete de alisos, uno de los más homogéneos de la provincia y salimos del mismo por su lado derecho. Por momentos el sendero se difumina pero con un poco de atención, y mientras ascendemos suavemente, logramos encontrar su continuación.

Un tramo más adelante el sendero se transforma en un camino mientras se interna en un bosque de quejigos. Finalmente, mientras seguimos ascendiendo suavemente, vislumbramos una gran nave ganadera en estado ruinoso. Llegamos a la misma y la bordeamos por su lado izquierdo, entrando a continuación en Munilla, llevamos algo más de tres kilómetros de recorrido total.

Podemos visitar este pueblo, que alterna casas montañesas restauradas con otras en estado ruinoso, así como una pequeña iglesia que muestra un ábside románico. En todo caso el camino continúa girando a la derecha por la parte trasera de los corrales. Su seguimiento puede resultar un poco confuso al principio, pero como referencia señalaremos que asciende paulatinamente por la ladera, en dirección este, hacia la parte superior del desfiladero.

El bello sendero nos permite tener cada vez mejores perspectivas de este valle de Munilla, así como la zona de Zamanzas y Bricia. El paisaje se presenta cada vez más boscoso, debido al abandono de las actividades tradicionales en los pueblos de la zona.

Nada más abandonar el bosque llegamos a un pequeño portillo en el que se sitúa una alambrada. Al otro lado tenemos los paisajes del valle de Arreba (del río Trifón), caracterizado por varios pliegues anticlinales, y al fondo distinguimos la parte más oriental de la cordillera Cantábrica. A nuestros pies se puede localizar el pueblo de Lándraves. Este sendero era conocido antiguamente como Camino del Cura, pues era recorrido por el cura de Hoz de Arreba para llegar hasta Munilla.

El sendero empieza a descender, ahora entre encinas y en dirección norte. Al cabo de unos cientos de metros se llega a una zona más despejada y se gira hacia la izquierda. En el siguiente tramo continuamos la bajada por una suave ladera mientras el camino se hace cada vez más marcado.

En el kilómetro siete de recorrido llegamos al fondo del valle, giramos a la derecha y alcanzamos el pueblo de Hoz de Arreba. Llegamos a un primer puente sobre el río Trifón que hemos de cruzar. Alcanzamos una carretera que tomamos hacia la izquierda; de modo que continuaremos al borde del río, esta vez por su derecha.

Ignoramos un puente de cemento y tras unos cuatrocientos metros por la carretera alcanzamos un camino que deja la carretera por la izquierda. En el siguiente tramo podemos ver como discurre suavemente el río Trifón entre chopos y junto a prados semiabandonados.

Pronto llegamos a una pequeña capilla que dejaremos a nuestra izquierda. Muy cerca de este punto está una de las surgencias que alimentan al río Trifón (que recibe su nombre de las tres fuentes que lo crean), aunque la vegetación no permite verla claramente.

Seguimos por un camino que muestras algunos quejigos dispersos de tamaño apreciable, hasta que, sin cambiar de dirección, nos acercamos a una casa aislada, junto a la que pasamos (son tristemente famosos los perros que la guardan). El camino que da servicio a esta casa se dirige a otra similar, pero lo abandonamos por la derecha en dirección a un edificio de color blanco en malas condiciones.

El camino se transforma en un sendero que se introduce en un bosquete de encinas y desciende casi a continuación. Alcanzado el punto más bajo encontramos un sendero a mano derecha que nos permite llegar en unos instantes al fondo de la hoya del Piscarciano y a la gran portalada de la Cueva de Vacas. En dirección contraria, no demasiado alejadas, se encuentran las cuevas de las Arenas y del Piscarciano, de las cuales ya hemos hablado más en detalle en otro momento.

Continuando el avance por el sendero principal, al poco de ascender, llegamos a una cerrada curva desde donde se puede ver mejor (aunque con el impedimento del arbolado que crece en la misma) la hoya del sistema del Piscarciano, una dolina formada por el hundimiento de una gran sala subterránea.

Se continúa el ascenso en dirección norte entre carrascas, vegetación determinada por el carácter cárstico de la zona. Un tramo después el camino se ensancha, pero al poco hemos de buscar un sendero hacia la izquierda (si siguiéramos por el camino principal terminaríamos en unos metros junto a la carretera).

El sendero sigue ascendiendo en la misma dirección mientras vamos abandonando el valle de Arreba. Finalmente acabamos en una carretera con poco tráfico. Caminamos unos metros por la misma y muy pronto vemos un nuevo sendero en la parte derecha. Subimos un poco más por este otro lado de la carretera aunque volvemos a aparecer al poco junto a la pista.

Unos metros después tenemos el collado (Alto de la Hoya) por el que se pasa al Valle de Valdebezana. Justo en el mismo nace un camino en el lado derecho que hemos de tomar. Una vez más en este gran sendero la vegetación cambia repentinamente. Por debajo de nosotros vemos las praderas de Valdebezana, en medio de las cuales aparece Soncillo; y al poco nos internamos en un pequeño hayedo por el que se desciende bruscamente.

Muy pronto llegamos a las praderías citadas. Por medio de las mismas transcurre el camino bastante difuminado que acaba junto a una casa aislada y una nueva carretera. Seguimos la misma hacia el cercano pueblo de Soncillo. Al entrar en el mismo tomamos la N-232 hacia el centro del pueblo hasta la zona del Ayuntamiento, punto en el que concluye la etapa de hoy.

Comentarios acerca de esta etapa

El tramo entre Lándraves y las Cuevas del Piscarciano fue recorrido en 2011, integrándolo en una ruta que explora mejor esta zona. El resto de la etapa fue recorrida en 2013. En concreto el trazado entre Tudanca y Cidad puede integrarse en una bonita ruta circular bastante asequible.

Recorrido bien señalizado aunque hay algunos puntos en los que deberemos estar algo más atentos a las marcas correspondientes. Los tramos de cruce del arroyo de la Serna pueden ser complicados si el rio viene crecido, y tal vez no puedan afrontarse sin asumir calarnos los pies.
 
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Track de la etapa (pulsa en el círculo verde para más información)



Vídeo con imágenes del recorrido


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